Volviendo a la vida ‘de antes’

El 30 de septiembre llegaba a mi correo electrónico una nota de prensa de la Comunidad de Madrid anunciando que finalmente dicha Administración elimina las restricciones de aforo en toda la actividad económica y social. Esta normativa entra en vigor el lunes 4 de octubre, justo el día en que este periódico va a imprenta. “El Gobierno regional ha adoptado este acuerdo ante la situación epidemiológica y asistencial favorable que tiene en estos momentos nuestra región” ante la COVID-19, aclara la nota. Y la verdad es que me parece una noticia excelente, por fin.

“La tendencia descendente del coronavirus se está consolidando, situándose la Incidencia Acumulada a 7 días, a día de hoy, en los 27,9 casos por 100.000 habitantes y a 14 días en los 64,2. Además, la cobertura de vacunación con pauta completa en la población diana supera el 87%”, continúa el texto, actualizando las cifras de un fenómeno que venimos observando los últimos meses y que evidencia que la situación está ya bastante controlada y podemos continuar con nuestras vidas (gracias a las vacunas y a que la mayoría de la población es bastante más sensata de lo que opinan no pocos agoreros con altavoz mediático, y en general todo el mundo ha hecho lo que tenía que hacer en términos de cuidado y prevención). Afortunadamente, pues esto no había quien lo aguantara, tanto a nivel económico y laboral como en lo relativo a vida cotidiana y salud mental.

Así, la Consejería de Sanidad ha suprimido “con carácter general para todos los sectores de actividad económica o social la limitación de las restricciones de aforo, tanto interior como exterior, debiendo respetarse las medidas preventivas de higiene generales. En el ámbito de la hostelería y restauración también se elimina el límite del número de comensales por mesa en el interior y exterior. De igual modo, se suprimen los aforos en los lugares de culto, celebraciones religiosas, instalaciones funerarias, establecimientos comerciales, bibliotecas, museos, cines, teatros, equipamientos culturales, espectáculos recreativos y culturales e instalaciones deportivas”.

Eso sí, el uso de la mascarilla para mayores de seis años se mantiene como hasta ahora: obligatoria en espacios cerrados, mientras que se recomienda llevarla puesta en el exterior cuando no se pueda mantener la distancia interpersonal, así como adoptar las medidas de prevención ya conocidas, como el lavado frecuente de manos y la ventilación cruzada.

En lo que respecta al ocio nocturno, que se encontraba al borde de la ruina, la Comunidad también ha eliminado las restricciones de aforo “y se permite la instalación de mesas altas para el consumo de pie por los clientes, guardando en todo caso la distancia interpersonal. En lo que se refiere a la actividad de baile, de momento solo está permitido al aire libre, si bien en las pistas podrán instalarse mesas o mesas altas”. Esperemos que dicho sector se recupere pronto: toda la gente que labora en alguna de las muchas profesiones que en él se engloban podrá por fin respirar, y los demás lo disfrutaremos (salvo en una excepción con un formato muy diferente, hace dos años que no voy a un concierto, y es una de las cosas que más echo de menos de “la vida de antes”).

En fin, alegrémonos: esto ya casi ha terminado. Lo que no quiere decir que el virus haya desaparecido; estará siempre ahí. Habremos de seguir teniendo cuidado, pero ese cuidado ahora dependerá de nosotros. No pasa nada: somos adultos y podemos hacerlo. Y recuerden: habrá personas que tendrán más temor y correrán menos riesgos, y otras que por sus circunstancias o su enfoque vital asumirán alguno más. Y ambas cosas son respetables, mientras no incumplan la normativa de prevención establecida. En resumen, lo de siempre: calma y respeto, vecinos.


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