HISTORIAS DEL DISTRITO. El Avión (Club)

Sing us a song, you’re the piano man. 
Sing us a song tonight.
Well, we’re all in the mood for a melody 
and you’ve got us feeling alright 

(Piano Man – Billy Joel)  

Vuelvo de un paseo por el centro, bajo por la calle Alcalá y bordeo la plaza de Cibeles. Ando ajeno al tumulto exterior, la vuelta a la cotidianidad, el tráfico incesante de coches, motos, y toda suerte de vehículos que vuelven a inundar las arterias de la ciudad. 

Escucho a la sacerdotisa Nina Simone: “You don’t know how lips hurt / until you’ve kissed and had to pay the cost. / Until you’ve flipped your heart and you have lost / you don’t know what love is”. Sus dedos se deslizan sobre el marfil del teclado del piano y su voz te eriza el alma. Quién como ella para cantar esa letra. Hubiera pagado lo que fuera por verla en directo en Atlantic City o París. 

Llego hasta la Puerta de Alcalá con las manos en los bolsillos sin idea alguna de lo que escribir para este mes... Y entonces recuerdo que en algún sitio leí que el pianista del local El Avión (Club) (Hermosilla, 99) vivió por aquí. No obstante, a pesar de la profusión de placas, no encuentro ninguna dedicada a él.  

Al llegar a mi casa, por curiosidad reviso mis notas y compruebo que, efectivamente, vivió en el 8 de la plaza de la Independencia, en un ático. Había pasado casualmente delante de ese número.  

Nunca llegué a pisar El Avión (Club), pero cuando un amigo me mencionó su historia, deseé haberlo visitado. Se supone que en sus inicios era un punto de reunión de aviadores republicanos, quizás ya estaba abierto desde principios de los treinta. Posteriormente se conservaron allí los cuadros de La Gloriosa (FARE, la fuerza aérea republicana) e incluso pasaron parte de sus integrantes: Francisco Tarazona, José Mª Bravo, Ángel Sanz... 

En sus inicios el Avión (Club) era un punto de reunión de aviadores republicanos.

El 2 de abril de 1950 (Domingo de Ramos), Manuel Zapatero y Leonor Toral inauguraron el local, era de alterne. Entre el personal que allí trabajaba estaba Aurora, que vendía tabaco. Y en algún momento se acercó por allí un tal César Martínez, diciendo que era biólogo, pero que sabía tocar el piano. 

De nuevo en abril, 1970, reciben Manuel y Leonor un apercibimiento de la Dirección General de Seguridad instándoles a cerrar el local por ejercerse la prostitución. Y se lo cerraron... 

Y vuelve a abrirse. El local se reconvierte y como un camaleón muta; y pasa a ser un local de copas. Tenía una puerta que parecía de almacén. Era un local pequeño, es lo que afirman en sus recuerdos sus fieles parroquianos. Al traspasar la puerta debías sortear una pesada cortina de terciopelo rojo (otros afirman era gris azulado) hasta acceder a un hall. A la derecha el perchero donde atendía la mítica Aurora, que además seguía vendiendo tabaco. 

Estaba decorado con viejas láminas de aviones, los de la Gloriosa; avioncitos de hojalata en el techo; butacones de butacones desgastados; suelo de madera vieja, y un mostrador en forma de L. Un montón de cajas, y un gran espejo en la pared aumentaba el tamaño del local, algo así como un trampantojo. Y al lado un piano... 

Los ventiladores no podrían deshacer aquel local lleno de humo, tan espeso. El manjar que ofrecía sobre el mostrador no era ni anchoa del Cantábrico ni berberechos de Villagarcía de Arosa ni jamón de Los Pedroches. Eran kikos y pipas. Y la bebida, la mayoría de garrafón.  

Nina Simone, suma sacerdotisa del soul.

El Avión (Club) se hizo célebre por acoger a personas de toda ideología, donde se podía cantar el Cara al sol, La Internacional, Tatuaje o Clavelitos. Por allí pasaron Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Joaquín Sabina, Gloria Fuertes, Ricardo Solfa / Jaime Sisa, Moncho Alpuente, Ana Belén y Víctor Manuel, Francisco Umbral, Eduardo Haro Ibars...  

Pero el mayor atractivo del local no era su clientela, era César Martínez, personaje injustamente olvidado en esta ciudad. César tocaba de espaldas al público y sin mirar el teclado, controlaba todo mirando el espejo situado ante él. Con un cigarro en la comisura de los labios, parecía guiñarte el ojo en ocasiones. Mientras deleitaba al público con versiones de Les Feuilles Mortes, As Time Goes By, Lili Marleen, blues en si bemol.  

Tenía una chaqueta azul marino, pantalón gris llenísimo de ceniza, que se caía al levantarse en su descanso. Cojeando debía salir por el exiguo mostrador. Era aquella una cojera que provenía de un día al coger un tranvía que le rebanó parte de la pierna, por lo que debía llevar una de palo. Y así pues, con su andar tan genuino, y cuando era necesario tomarse un café y fumar en el bar de enfrente, ponía en el tocadiscos a Rita Pavone. 

Así transcurrió la vida para muchos, en un local de esos que nos hacen la dureza de la vida más amable. Muchas noches César salió a hombros o en volandas por su puerta entre gritos de alegría por un público enfervorizado que le era fiel... 

10 de abril, 1994. Diez de la mañana, fin de un sueño. La mañana de aquel domingo nadie lo creía. Olvidé mencionar que era un local alquilado. Y el propietario del local prefirió no proseguir con el alquiler y venderlo a un fondo de inversión. Y El Avión (Club) cerró.  

Hoy, en un distrito sin cines, con algún teatro y pocas librerías parece que se desdibuja cada día más. Y la memoria de gente quizás gris pero extraordinaria. Aurora, Manuel, Leonor... Muchos vecinos y asiduos del local les guardan aún cariño y su grato recuerdo.  

César terminó en la residencia Los Olmos, en la localidad de Los Molinos. Muy lejos de todo lo que le motivaba. Murió el 24 de abril.  

Desde que conocí su historia, siempre pienso que César Martínez quería regalar alegría, Alegría con mayúsculas.

Hermosilla 99, donde se ubicaba el Avión (Club)   


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