Los rebeldes sin causa
ANA DE GÓNGORA, 26 de noviembre de 2020
En la situación que estamos viviendo parece que hay personas que no quieren aceptar las normas que, por necesidad y por la salud de todos, incluso la propia, deben seguirse: las mascarillas, guardar las distancias físicas (aunque quieran llamarlo de otra forma) y la higiene, que no solo hay que lavarse las manos compulsivamente, con jabón o hidrogel, también el resto del cuerpo, incluyendo el rostro: aunque nos recuerdan que no hay que tocarse la cara ni los ojos, sí hay que lavárselo, ya sea en el lavabo o en la ducha.
Los rebeldes no sé si lo son por inconsciencia, por querer “ir de valientes” cuando, en el fondo, lo que en realidad quieren es disimular el miedo que sienten. Son como el avestruz, que mete la cabeza en la tierra cuando se asusta. No sienten la menor empatía ni respeto por los demás, y ni siquiera por sí mismos. Son los que van por la calle con la mascarilla por la barbilla o bajo la nariz, o colgando del brazo... Y si alguien les dice algo, dan las respuestas más absurdas, y a veces con muy malos humos. En una ocasión, un señor al que un reportero de una cadena de televisión le preguntó por qué no la llevaba puesta, respondió que no podía respirar con ella y que si tenía que morirse por llevarla. El reportero fue muy correcto, y se marchó. Cualquiera podría haberle respondido que si no podía respirar con ella en la calle, pues sería más sensato, por él y por los demás, que se quedara en su casa.
Luego están los insensatos que saltándose todas las normas y prohibiciones se reúnen fuera de lo permitido, y hasta hay furgonetas de reparto de bebidas por encargo bajo pedido, probablemente a través del teléfono móvil, y localizables a través de las redes de internet, y seguro que el pago es en metálico. Así que se saltan un montón de cuestiones legales, y probablemente ya estarán los agentes de la ley siguiéndoles la pista.
Una pena que cada vez haya gente más joven ingresando en hospitales por contagio, y los mayores de residencias de ancianos, aunque no a todos los llevan al hospital, se limitan a aislarlos en la misma residencia y quizá ni siquiera informan a los familiares. Y también hay cuidadores contagiados, ésta es una espiral que no cesa.