La asignatura de Religión
ÁNA DE GÓNGORA
¿Se puede imponer la fe por decreto? Pero no cualquier fe, por supuesto. Y, sin embargo, esto parece ser lo que opinan, o diríamos mejor “creen”, la Conferencia Episcopal y sus adláteres (entiéndase “consejo de ministros”).
La prepotencia o soberbia prevalecen tras tantos siglos de maridaje de Iglesia y poder en nuestro país. Los altos cargos eclesiásticos han olvidado que la principal misión del sacerdocio es pastorear el rebaño, no azuzarlo a latigazos. Y difundir el mensaje de Jesús de amor y humildad e imitarle. Creo que si hoy Él estuviera aquí les calificaría de “fariseos”, y hasta es posible que los echara a latigazos.
La nueva ley sobre la enseñanza de Religión (la católica, por supuesto, es la única sostenida, incluso materialmente, en nuestro país), más que enseñanza es catequesis. No se trata de transmitir conocimientos, sino de imponer en los estudiantes una confesionalidad ciega y de espaldas, y contrapuesta a otros conocimientos que deberán adquirir al mismo tiempo. ¿Pretenden acaso que la clase de Física, por ejemplo, se convierta en un debate sobre creacionismo y ciencia? Lo que ha publicado el BOE parece más propio de una hoja parroquial que de una ley. Parece que estemos viviendo en algún lugar de la Norteamérica profunda donde el creacionismo impera.
Si no estuvieran tan encorsetados en su palabra podrían complementar, sin duda, lo que hoy sabemos por la ciencia con lo que dice el Génesis, por ejemplo. Pero si desde 1611 hasta hace pocos años no se ha levantado la excomunión a Galileo, qué podemos esperar...
Volviendo a la ley, los estudiantes que hayan cursado Religión, cuando lleguen a la selectividad, ¿quién los examinará, un tribunal eclesiástico? ¿Y podría ocurrir que, por muy preparado que esté un estudiante, si no da pruebas convincentes de su fe le bajen la nota? Así, sería posible que un brillante estudiante que podría ser un valioso ingeniero, médico o investigador, no obtuviera la media necesaria para acceder a la carrera universitaria que quisiera elegir.
Con esta ley lo que ocurrirá probablemente es que los estudiantes, incluso siendo católicos practicantes, al llegar a Bachillerato se borren de la asignatura de Religión. Así que el efecto será el opuesto a lo que se proponían.
Menos mal que aún es optativa. Porque ya no les dará tiempo a hacerla obligatoria y, al fin y al cabo, esta ley solo estará en vigor lo que dure este Gobierno. ¡Gracias a Dios!
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