El espectáculo no puede parar...
Redacción, 13 de diciembre de 2017
ANA DE GÓNGORA. Diciembre 2017.
El espectáculo no puede parar... ¿O los que se sienten protagonistas no quieren que acabe la función? Siguen manteniendo cada uno su papel en este culebrón y hacen que nos preguntemos si es que les ha gustado tanto su protagonismo que no quieren admitir que se acabó la representación, o es que son realmente buenos actores y su papel va más allá de lo que cabía suponer...
Sabemos que en circunstancias normales, es decir, en un país con una cultura y una formación ciudadana y política consolidadas, nunca habrían pasado de papeles secundarios los que han llegado a presidir el Gobierno central y el de Cataluña, creando una situación crítica que jamás debió producirse.
En Cataluña, el Sr. Puigdemont, en poco tiempo, ha pasado de ser alcalde de Gerona por Convergencia Democrática a ex-presidente en el exilio de la fugaz República Independiente Catalana. Debe de ser duro aceptar que le han utilizado unos y otros para sus propios fines que nada tenían que ver con lo que le vendieron... y que sigue sirviéndoles con su actitud. Si tanta voluntad independentista y republicana tenía, debería haberse unido a alguno de los partidos que manifestaban claramente esa opción; los partidos nacionalistas, como el que lideraba el Sr. Mas, suelen representar a la burguesía, al empresariado, al sector económico de su comunidad, y, lejos de un interés independentista, saben que cuentan con la baza de que el partido que gobierne o quiera gobernar el país puede necesitar su apoyo y así obtener diversas ventajas, como ya ha sucedido en distintas ocasiones. En las últimas elecciones catalanas, el Sr. Mas vio que no podría formar Gobierno, así que se alió con quienes pudo. Como también empezaban a cercarle los temas de corrupción y demás trapos sucios, se sumó al independentismo, una cortina de humo perfecta para él y para el Gobierno central, hasta que se dio cuenta de que aquello se le iba de las manos, y entonces, con un gesto que aparentaba ser muy digno, se hizo a un lado y puso al frente a su suplente: el Sr. Puigdemont.
Mientras tanto, el Gobierno central sigue explotando el filón de la crisis catalana que él mismo propició, y hasta el presidente se ha creído su papel de salvapatrias, ya que en unas declaraciones al diario italiano La Repubblica, ha dicho: “ya he salvado a España” y “ahora toca recuperarse de las heridas”.
De todo esto hablan los principales medios de difusión, ¿pero cuántos reseñan que en menos de seis años la deuda pública ha aumentado 370.000 millones de euros, rebasando así la deuda de la Administración central el billón de euros, lo que supone 30.000 millones de intereses al año? Un gran negocio para la banca, ésa que rescatamos y, según el Banco de España, se da por perdido el 75% de lo que costó. Por muchísimo menos dejan a familias sin casa. Por desgracia, esto no es un folletín teatral: no podemos esperar que caiga el telón y acabe la farsa.