HISTORIAS DEL DISTRITO. El pintor que conoció el alma de la luz y de las horas
MIGUEL ROMERO MEMBRIVES , 18 de abril de 2022
“Yo no solo me esforcé en pintar bien, sino en pintar a mi modo,
un modo distinto de los demás” (Daniel Vázquez Díaz)
Fue en 1989 cuando pude admirar, por vez primera, el arte de Daniel Vázquez Díaz. En un viaje de fin de curso que organizó nuestro colegio, el General Mola (Reina Victoria), llegamos a Huelva. Allí, en el monasterio de La Rábida, pude contemplar los murales del Poema del Descubrimiento (1927-1930).
El pintor onubense recuperaba con ellos la difícil y antigua técnica del fresco, aunando un corte clasicista (que predominaba entonces en España) con su manera de aplicar el cubismo para narrar los preparativos del viaje de Colón a América. Obra de arte simbólica de un episodio que apenas se había representado (quizás alguna xilografía y obras de pequeño tamaño) como muchos otros, y situada en el origen de toda la epopeya. Con este trabajo lograba su plena consagración. Entonces contaba 46 años, y un bagaje extraordinario obtenido tras un largo tiempo de trabajo duro y algunos sinsabores…
Nació en Aldea de Riotinto, hoy Nerva (15/01/1882). Afirman que cuando tenía diez años visitó el Museo de Bellas Artes de Sevilla y descubrió a El Greco y a Zurbarán, dejándole una honda impresión. En Sevilla realizó el Bachillerato, y prosiguió con la carrera de Comercio hasta graduarse como profesor mercantil. Éste era el camino trazado, el que se esperaba de él… Pero decide abandonarlo, en contra de los deseos de su padre, y aprender a ser pintor (aunque de manera autodidacta ya lo era desde los 15).
Daniel Vázquez Díaz en 1904 .
Viaja a Madrid unos meses deseando entrar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero no le admiten y decide formarse acudiendo a El Prado y copiando algunas de las obras que más le admiraban. Asiste a tertulias artísticas y literarias, entablando con Pío y Ricardo Baroja y Juan Ramón Jiménez. También conoce a Juan Gris y Darío de Regoyos.
Comienza a elaborar su célebre repertorio de retratos (llegaron a ser más de 300), que seguro hemos podido disfrutar ojeando manuales no solo de historia del arte, también de historia y literatura: Alfonso XIII, duque de Alba, conde de Romanones, Alcalá-Zamora, José Antonio Primo de Rivera, Azaña, Prieto, Ortega y Gasset, Unamuno (uno de ellos aprovechando la visita que hiciera a la Residencia de Estudiantes), Bienvenida, Belmonte… Muchos de ellos nos han permitido recrear y fijar la imagen para la posteridad y caracterizar aquella sociedad y aquellos momentos.
Después viaja al País Vasco con brevedad, y posteriormente a París (1906-1918), una ciudad donde se vive el luto por Cézanne, padre de la pintura moderna. De él aprende a estructurar el espacio, el uso de grises/azules y rosáceos.
Ubicación de su estudio-chalé de María de Molina.
También aprende de un escultor, Antoine Bourdelle (discípulo de Rodin), con quien trabajó en su taller. Estos conocimientos le permitirán dar a sus obras pictóricas un tratamiento similar a la talla de madera, dotando de corporeidad a las figuras. Y en sus continuas visitas coincide con una escultora, Eva Aggerholm, de la que se enamora. Se casan en 1911.
Conocerá a Pedro de Matheu y Montalvo, Francisco Bores, Pablo Picasso, Georges Braque, Amedeo Modigliani, Max Jacob, los franceses (Robert y Sonia) Delaunay, y Rubén Darío, quien le facilita publicar retratos en su revista, Mundial (1912)…
Expuso en la Sala de Los Independientes (1907-1909), con Picasso en la Rué Trouché y de manera individual en la Galería Chevalier (1910); pero no solo en Francia: también en Inglaterra, en Londres, lo hizo en la Grafton Gallery (1913).
Se refugia con su esposa en Fuenterrabía (1914-1918) durante la I Guerra Mundial. Allí comienza sus Instantes, pinturas de paisajes que él mismo define como “Instantes poéticos captados en momentos felices”.
Decide volver a Madrid, donde no fue precisamente bien recibido. Expone en el Salón Lacoste (1918) creando una polémica necesaria. Muchos lo consideraban “extranjero en España”, afirmando que en nuestro país había muchos y mejores pintores que él, que pasarían a la posteridad antes por hacer “arte verdadero, sano y consciente”. Sin embargo, a pesar de la oposición de cierto sector académico, encontró un apoyo firme en el Vltraismo, y en una de sus revistas (Vltra) manifestaron: “es el único pintor que traía un poco de inquietud al pantano de la España inválida”.
Vázquez Díaz imparte la clase de Pintura Mural y Decorativa allí donde precisamente no pudo ser alumno, en la Real Academia de San Fernando. Era ya referencia para cualquier artista joven. Muchos de ellos consideraban que la Real Academia tenía un ambiente mezquino, y sin desdeñar la formación allá impartida, valoraban que en el taller (Academia Libre de Pintura) de Vázquez Díaz podían desarrollarse como futuros pintores. Alumnos suyos fueron José Caballero, Juan M. Díaz-Caneja, Juan A. Morales, Rafael Botí, Justo F. Arosemena, Salvador Dalí…
'Familia campesina'
¿Dónde monta su propio taller? En paseo de Rosales, y después en nuestro barrio: primero en la calle Lagasca 25 (1924), pasó por Claudio Coello y Serrano, para asentarse definitivamente en María de Molina (1930). Allí se instaló en su desaparecido estudio–chalé de María de Molina 56 (hoy 66), donde nos quedan como recuerdo una placa de Juan Luis Vassallo (15/10/1986) y dos documentales: Biografía. Daniel Vázquez Díaz (29/01/1967) y Vázquez Díaz. Su vida y su obra (01/01/1968).
Su producción es enorme: 3.538 obras (óleos, dibujos, y obra gráfica varia). También son reseñables las ilustraciones en los diarios El Sol, La Voz y ABC (1919). Numerosos premios, reconocimientos…
El pintor que conoció el alma de la luz y de las horas, como lo denominó Pemán, muere el 17 de marzo de 1969.
“La paleta y los pinceles del pintor se han quedado solos, tras los cristales de su estudio la luz del norte tamizada de grises ha dejado en la penumbra eterna la obra de Daniel Vázquez Díaz”. TVE: Vázquez Díaz. Su vida y su obra.