Vale, ¿y ahora qué?



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Noviembre 2019.

Bueno, pues ya ha habido otras elecciones, ¿y ahora qué? ¿Se ha solucionado algo? Yo diría que más bien no: ha habido algunas novedades, y ahora hablaremos de ellas, pero en cuanto a lo que interesa, posibilidades de desbloqueo de la situación, las mismas o menos. Porque puede que de repente vean la luz unos u otros y lleguen a un acuerdo, pero también que sigan sin entenderse, cada cual atento a las tajadas que puede llevarse de la fuente del asado, y en unos meses tengamos otras elecciones, y otras, y otras... Esta última posibilidad era la más popular en los bares la jornada electoral, y como los bares son las auténticas academias en las que habita el pensamiento de estos tiempos, y los cuñaos que se acodan en sus barras, los Sénecas y Aristóteles de la era que nos ha tocado vivir, supongo que razón tendrán. Que nos aproveche. Burp.

Repasemos: el PSOE no ha conseguido lo que quería pero mantiene el edificio más sólido del arco político, Podemos ha sufrido el lógico desgaste de no ser opción, y el PP recupera algo gracias al cebollazo que se ha dado Ciudadanos (cebollazo coherente: se suponía que lo de ellos era “distinto” y venían a marcar diferencias, pero al presentarse como algo similar al PP y totalmente dispuestos a hacer cosas juntos, la gente siempre prefiere el original a la copia. Parece que los chicos del Ibex 35 hicieron pellas el día que explicaban marketing básico).

Y llegamos a la gran novedad: el crecimiento de Vox. Estaba bastante cantado, ¿no les parece? Más que nada porque el resto de partidos les han hecho la campaña electoral, en plan “que viene el Coco”, lo que les ha dado mucho más protagonismo del que deberían haber tenido, y han sabido sacar partido de ello. ¿Preocupante? Probablemente, más por el fenómeno que por el dato electoral, pues los votos son solo el reflejo de un problema que ya estaba ahí. En ese aspecto, creo que las personas normales tenemos una tarea pendiente desde mucho antes de las urnas: enfrentar este fenómeno, comerle terreno, dejarle sin espacio. ¿Cómo? Plantando cara: no mirando hacia otro lado cuando veamos una conducta xenófoba, aporófoba, racista, homófoba o machista y ofreciendo nuestro apoyo a las víctimas; cortando de raíz la difusión de cualquier noticia falsa o manipulada, en las redes o en vivo; promoviendo la difusión de la cultura y el conocimiento, la herramienta más efectiva para acallar infamias como la de Ortega Smith sobre las Trece Rosas; fomentando en nuestros ámbitos valores como la solidaridad, el apoyo mutuo, la empatía, el amor por la libertad... Creo sinceramente que ésas son las mejores armas para pulverizar al fascismo y la intolerancia, pues la forma más eficaz de acabar con la mala hierba es evitar que brote.

Pero a lo que íbamos: unos y otros nos han pedido el voto para preservar nuestro sistema de quienes lo ponen en riesgo... Mas hay que decir que no vivimos en el Paraíso precisamente: cifras de paro elevadas, destrucción de derechos laborales reforma tras reforma a lo largo de los años, servicios públicos deteriorados por los recortes, Leyes Mordaza y criminalización de la protesta, pensiones de miseria, índices de pobreza en aumento, dificultad en el acceso a la vivienda y facilidad para vernos expulsados de ella, absoluto fracaso a la hora de acabar con la violencia y los asesinatos machistas... Y todo eso no ha ocurrido porque haya venido “el Coco”, sino porque en nuestra forma de organizarnos hasta la fecha cabe la posibilidad de que ocurra, y los que han llevado las riendas lo han hecho realidad. Si encima ahora, con más comensales en el reparto, el sistema se ha atascado porque (como de costumbre entre “los de arriba”) cada uno mira por lo suyo en vez de por el bien común, lo lógico sería ir pensando en otro mejor, ¿no creen?

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