La crisis del sistema



ANA DE GÓNGORA.

¿Cuándo van a darse por enterados quienes gobiernan nuestro mundo occidental de que este brutal sistema económico que han montado a su conveniencia y en beneficio de unos pocos no funciona? Quizá lo saben, y por eso parece que van a la desesperada, a hacerse con todo lo que queda antes de que se hunda definitivamente.

Parece que hemos perdido el norte. Concretamente en nuestro país, se ha abandonado lo que ya los romanos reconocieron como una fuente de riqueza: la agricultura y la ganadería. Se está dejando que nuestros campos se conviertan primero en un erial, después será un desierto de tierra o de hormigón, y quienes podrían dedicarse al cultivo de tierras y crianza de ganado o a otras tareas derivadas, hoy son subalternos al servicio del turismo, temporalmente y mal pagados, que es lo único que se explota hoy aquí.

En repetidas ocasiones se han producido protestas de los sectores de agricultura, ganadería y pesca en diversos puntos del país. La última fue hace unos meses en Madrid, acudieron gentes de varias comunidades y, según leí, fue multitudinaria. Nos hemos vuelto muy urbanitas. Nos escandalizamos y denunciamos que unos campesinos dejen morir a sus vacas, y sin embargo no nos preguntamos por qué ocurren estas cosas. Sencillamente, están llegando a unos extremos en los que tienen que elegir entre alimentar al ganado o comer ellos. El pasado año cerraron más de 600 ganaderías productoras de leche. Dicen que se paga más cara el agua que la leche, y efectivamente, en el 2014 les pagaban a 0,40€ el litro; en este año 0,20€, si llega. Esto ocurre porque los intermediarios son los que marcan el precio, y al que protesta le boicotean. Lo mismo ocurre con los productos agrícolas. En fin, el gran negocio es de los intermediarios, los que tasan cuánto les pagan a los productores y cuánto nos cobran a nosotros, sin mancharse las manos ni dolerles la espalda.

Al mismo tiempo, en la sierra de Madrid pretendían eliminar más de dos mil cabras porque se habían multiplicado en exceso. ¿No había otra forma de solucionarlo? ¡Con la de gente que pasa hambre! ¿No podrían distribuirlas o dejar que las cojan gente de los pueblos cercanos, y tendrían al menos leche y carne que comer?

Y mientras tanto, un 22,5% de universitarios abandona los estudios por los precios de las matrículas y la disminución de becas; más de 30.000 universitarios pueden ser expulsados por impago...

Lo que está en crisis es el sistema.

 

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