Otra patología coronavírica

Los síntomas de la COVID-19 que nos aqueja son de sobra conocidos: fiebre, tos, pérdida del gusto, insuficiencia respiratoria… Pero hay otros que no se relacionan con ella, son consecuencia suya, y afectan tanto a sus víctimas como a quienes se encuentran perfectamente sanos. Son los siguientes: hinchazón del abdomen por formación de gases que se expelen con intensos borborigmos (muchas veces con dolor), y heces de  olor agrio, color claro y consistencia de papilla. Son abundantes y deben su olor a la presencia de ácidos grasos, entre los cuales se encuentra el ácido butírico.

¿Cómo se denomina esta patología? Todavía no se le ha puesto nombre, pero yo la defino como “dispepsia coronavírica”.

Localizo sus causas en la sobrealimentación de noticias sobre la pandemia que sufrimos los ciudadanos de este país. Periódicos en papel o digitales, programas de radio o de televisión, comentarios en las redes sociales, no nos proporcionan más tema que ése. Articulistas, tertulianos, catedráticos, economistas, empresarios, médicos y científicos, no hablan de otra cosa las veinticuatro horas del día, lo cual, en nosotros, los receptores de los medios, provoca un empacho colosal.

Hiperalimentados hasta la náusea con cifras de afectados, de fallecidos, de ingresados en las UCI y de desingresados, de las curvas de las gráficas, de mascarillas, de distancias sociales, de restricciones y de etcéteras varios, experimentamos alteraciones en su digestión. Este empacho se refleja en el intestino grueso y termina en diarreas mentales.

Las descomposiciones mentales nos impiden la asimilación de temas importantes que antes ocupaban la atención por aspectos de la salud, pero no de la salud física, sino de la salud social, que son tan trascendentes o más que aquella: la corrupción política, la explotación salarial, la pobreza energética, la meteorología alterada por el cambio climático, las sequías, los incendios forestales, la desertificación del país…

Por ello opino que es urgente que el Gobierno añada, a sus directrices antipandémicas actuales, otro paquete de medidas profilácticas: lavativas a los directores de medios informativos nacionales y a los tertulianos que los pueblan, para que expulsen de sus intestinos las fermentaciones que produce su dispepsia coronavírica. Ellos son los más significados vectores de contagio.

Es preciso que así lo hagan nuestras sabias autoridades. Para que los españoles que sobrevivan a la COVID-19 no la palmen de una diarrea mental masiva.



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