No empeoremos las cosas

Echar un vistazo a la prensa para informarse un poco de cómo está el panorama global siempre ha sido una actividad un tanto deprimente. Pero esta sensación se viene acentuando de unos años a esta parte, como si la historia hubiese adquirido un ritmo vertiginoso que no sabemos a qué destino nos lleva, pero que no parece muy bonito precisamente. Hoy he consultado los medios digitales, y un mero repaso a los titulares ha confirmado esta sensación, que imagino que muchos y muchas compartís.

Guerras abiertas que no parecen tener fin: en Ucrania, con riesgo constante de extensión y de intensificación, incluso con amenazas nucleares; en Siria, que se ha reactivado y con tantos actores diferentes no sabemos qué va a pasar ahora; en Palestina, donde no hay dos Ejércitos en combate, sino un Estado, el de Israel, que está practicando un genocidio sobre el pueblo palestino que lleva décadas produciéndose y que ahora se realiza de forma abierta a la vez que se ataca a otros países y colectivos, a todos a los que el autodenominado “pueblo elegido” se le pone en la punta… del fusil. Y ésos son los más conocidos, pero hay bastantes más conflictos abiertos en el mundo, buena parte de ellos enquistados.

Crisis políticas (o más bien de “politiqueo”) por doquier: en Francia, en Alemania, en Rumanía… Situación muy complicada en Corea del Sur, con un conato de golpe desde el poder que en principio se ha desactivado pero donde aún reina un caos que no sabemos en qué resultará. Y no nos olvidemos de los Estados Unidos, donde se avecina un segundo mandato de Trump que promete ser tremendo dado el equipo que está configurando, cada cual de sus integrantes más “peculiar” (por decirlo de alguna manera) y todos a juego con su líder.

Y por aquí, nada nuevo: la corrupción, la judicialización de la política y la bronca parlamentaria habituales, con el bajo nivel discursivo y el macarreo creciente de la “politicaca” por parte de unos y de otros, en historias que ya parecen culebrones y con las que cada vez es más difícil aclararse de qué demonios ha pasado. Siempre he pensado que todo eso es un teatrillo para mantenernos entretenidos mientras por debajo de la mesa ocurre lo que realmente importa: las privatizaciones, los “ajustes duros” y el aislamiento y ahogamiento de las resistencias a tales procesos… Pero de un tiempo a esta parte el teatrillo se ha vuelto decididamente tedioso.

Sin olvidar la cuestión ambiental, con catástrofes naturales cada vez más habituales mientras los principales responsables de su prevención y combate pierden muchísimo tiempo en cumbres internacionales discutiendo si son galgos o podencos. Y a nivel local, cuando llega la hora de la verdad, empleando buena parte de su energía en ver quién tiene la culpa o quién va a cargar con ella. Pero eso al cambio climático le da igual: ahí está, aunque a estas alturas aún haya quien no se lo crea (y quien crea que la Tierra es plana, que hay gente para todo).

Así que, amigos y amigas, las cosas están como están, por lo que llegadas estas entrañables fechas no me queda sino decirles que lo pasen lo mejor posible, disfruten de las celebraciones familiares, tengan una feliz entrada y salida de año y, ya que el panorama no pinta demasiado bonito, hagan lo posible por no empeorarlo. Así, demuestren su cariño hacia los suyos abiertamente, sean amables con el prójimo, ayuden a quien lo necesite, consuman productos locales, apoyen al comercio de barrio, hagan un uso responsable de lo público y contaminen lo menos posible. Porque granito a granito se hace una playa, ¿no es cierto?

Foto: WAFA


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