Humor
Redacción, 17 de diciembre de 2019
Diciembre 2019.
Inferioridad de la mujer actual
Soy feminista de toda la vida.
Desde siempre he escrito artículos en defensa de la igualdad entre mujeres y hombres, porque creía en ella.
Sin embargo hoy, tristemente, debo hacer pública mi equivocación al contemplar la situación de la mujer actual.
Lo reconozco: actualmente el hombre es superior a la mujer.
El que tenga ojos que vea, como creo que dice San Juan en el Apocalipsis.
Yo los tengo.
Y veo.
Lo que veo, salta a la vista.
Lo que salta a la vista es que en la actualidad el hombre es superior a la mujer. No porque tenga pene. O mayor fuerza muscular. El hombre es superior a la mujer porque tiene barba.
El hombre tiene barba, la mujer no.
Cuando más entusiasmadas andábamos las feministas exigiendo derechos igualitarios con los varones (y parecía que nos hallábamos cerca de conseguirlos), el hombre ha contraatacado en masa dejándose crecer la barba. Y así pone en evidencia la abismal distancia que nos separa.
Al principio de nuestra democracia llevaban barba únicamente los de izquierdas. Hoy luce barba todo varón que se precie, sea del partido que sea. Exhiben sus buenas barbas los izquierdistas, como siempre, pero también las vemos poblando las mejillas del presidente del Partido Popular, las del de Vox, las de sus más inmediatos altos cargos. Muestra una bien recortada barba hasta nuestro mismísimo rey.
Luego están esos ídolos de multitudes que son los futbolistas. La inmensa mayoría de los ases del balompié se han dejado crecer barbas espesas, compactas, bien pobladas; hasta el punto de que, aparte de los muy avezados, nadie es capaz de distinguirlos. En cambio, ¡qué pobre espectáculo damos las mujeres, ahora que habíamos conseguido despuntar en el fútbol femenino! En el verde rectángulo de los estadios mostramos moñetes, trenzas, colas de caballo, pero ni una sola buena barba. Por eso el fútbol de las chicas jamás llegará a nada.
Una opción feminista para competir en los diversos terrenos en los que campa el macho sería la de colocarnos barbas postizas: en los terrenos de fútbol, en los partidos políticos, en los consejos de administración, para presentar programas de la tele... Pero resultaría una maniobra vana. Los hombres tirarían de las mismas, nos las arrancarían, y se nos burlarían dejando bien claro que barbas como las que Dios manda solo las llevan ellos.
Queda otra posibilidad, no obstante: la de que a través de algún tratamiento hormonal consigamos que nos salga una barba como aquellas mujeres barbudas de tiempos de nuestros bisabuelos que se exhibían en circos y barracas de feria. Aunque se me antoja demasiado.
Por culpa del hombre nos hemos sometido a retoques de la nariz, de los labios, a liposucciones, a estiramientos de la piel, a mil retoques de cirugía corporal. Caer, encima, en unos chutes de hormonas resultaría abyecto.
Así que no tengo más remedio que reconocer nuestra inferioridad de género.
Me queda un consuelo.
Hoy, inferiores, sí; pero sin esos asquerosos pelos llenando nuestras caras.
La estética, el mejor de los valores. Que es el único que nos queda por perder.
Mercedes CORDAY