Dedicarse a la propia vida
Con mayor o menor información mucha gente sabe que la situación es crítica en términos aproximados a los que hemos venido utilizando. Sin embargo una opción que todavía pesa para mucha gente es la de ocuparse de la propia vida, haciendo caso omiso de las dificultades de otros y de lo que ocurre en el contexto social. En muchos casos celebramos las objeciones que se hacen al Sistema, pero estamos muy lejos de intentar un cambio de condiciones. Sabemos que la Democracia actual es simplemente formal y que responde a los dictámenes de los grupos económicos, sin embargo lavamos nuestra conciencia en ridículas votaciones a los partidos mayoritarios porque sufrimos el chantaje de apoyar a ese sistema o posibilitar el surgimiento de las dictaduras.
Ni pensamos que el hecho de votar y reclamar el voto a favor de los pequeños partidos puede constituirse en un fenómeno de interés a futuro, del mismo modo que el apoyo a la formación de organizaciones laborales fuera del marco establecido puede convertirse en importante factor de aglutinación. Rechazamos el trabajo arraigado en barrios, en poblaciones, en sectores ciudadanos y en nuestro medio inmediato porque lo vemos demasiado limitado, pero sabemos que es allí donde comenzará la recomposición del tejido social a la hora de la crisis de las estructuras centralizadas. Preferimos atender al juego de superficie, de cúpulas, de notables y de formadores de opinión en lugar de tener el oído presto para escuchar el subterráneo reclamo de la gente. Protestamos por la acción masiva de los medios de difusión controlados por los grupos económicos en lugar de lanzarnos a influir en los pequeños medios y en todo resquicio de comunicación social. Y si seguimos militando en alguna organización política progresista nos movemos a la pesca de algún incoherente con “prensa”, de alguna personalidad que represente a nuestra corriente porque es más o menos potable para los medios informativos del Sistema.
En el fondo nos sucede todo eso, porque creemos que estamos vencidos y no nos queda otro recurso que amasar en silencio nuestra amargura. Y a esa derrota la llamamos “dedicarnos a nuestra propia vida”. Entre tanto, “nuestra propia vida” acumula contradicciones y vamos perdiendo el sentido y la capacidad de elección de las condiciones en que queremos vivir. En definitiva, no concebimos aún la posibilidad de un gran Movimiento de cambio que referencie y aglutine a los factores más positivos de la sociedad y, por supuesto, la decepción nos impide representarnos a nosotros mismos como protagonistas de ese proceso de transformación.
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