CINE. ‘Retrato de una mujer en llamas’ (1)

Existen infinidad de temas para escribir sobre esta obra cinematográfica. Este mes pensé que sería interesante cambiar el enfoque y charlar sobre otros aspectos de la película —sin querer restar importancia a la historia—, que es una de las más bellas en todos los sentidos: bien documentada, bien explicada, cada uno de los procesos bien detallados y ejecutados… En verdad es una magnífica obra.

Escribir sobre Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, 2019) de Céline Sciamma (Francia, 1978) es como repasar la escuela. Está llena de detalles visuales, de códigos y símbolos narrativos, de esencias culturales de la época y todo da para escribir un ensayo, por eso este artículo lo dividiré en tres entregas. La historia está narrada en la Bretaña del siglo XVIII; una joven pintora, Marianne (Noémie Merlant), es contratada para pintar un retrato de Héloïse (Adèle Haenel), una aristócrata que se niega a posar para su propio cuadro de bodas, destinado a un marido en Milán que nunca ha visto. El reto para Marianne es que debe pintarla en secreto y de memoria. La profundidad de los personajes, el entorno que les rodea en ese momento, las circunstancias, el lugar, provoca una intensísima complicidad llena de debates sobre el arte, la libertad, el amor y la lucha contra las convenciones sociales de la época. En esta aventura les acompaña la joven Sophie, Luàna Bajrami (Kosovo, 2001), una joven criada leal que contiene su propio mundo, ayuda a situarlas directamente con el periodo de la época, sus sentimientos… A veces dudo si el personaje principal es ella y no las otras dos.

La fotógrafa Claire Mathon (Francia, 1975) impone deliciosamente su estilo. Sus bases son la iluminación, la paleta de color, los movimientos de cámara y la composición estética de la imagen.

La iluminación está enfocada básicamente en la luz natural del día, y por las noches por la luz de las velas (en ambas utiliza refuerzos para una mejor captación de la imagen en el film). Ésta se puede describir como suave y difusa, sin embargo debe ser cálida para reforzar la atmósfera de intimidad.

La luz interactúa con los personajes y enfatiza directamente sobre su perfil psicológico, con Marianne es rojo intenso y con Héloïse azul frio; en su relación personal, especialmente entre ellas dos, pero también existe Sophie con colores más terrosos propios de su época y de la condición social.

La paleta de color está basada en tonos mates, suaves y naturales: terrosos como la arena o el blanco de la escayola y azules como el cielo y el mar. Los colores en los personajes nos ayudan nuevamente a subrayar la época, sobre todo en el vestuario que enfatizan sobre las exuberancias o limitaciones económicas de la sociedad; también los colores nos ayudan a resaltar símbolos como el rojo: el rojo del vestido de Marianne es pura pasión por el arte, por el reto de pintar a su “sujeto” de memoria, la pasión de crear. No conforme con una chimenea encendida a tope, ¡la rodean velas y enciende una pipa! Todo el fuego y calor. El azul oscuro de Héloïse, el mar frio del Atlántico y la violencia de sus olas acentúa su melancolía y tristeza. Los colores irán cambiando en ella según avanza la historia.

La autora de la fotografía, Claire Mathon, se enfoca en esos momentos llenos de detalles entre la luz y la penumbra y con una nitidez tal que dan siempre la sensación naturalista de la presencia indiscutible del espectador.

Pueden ver Retrato de una mujer en llamas en Filmin y Amazon Prime. Este texto continuará en las siguientes publicaciones de DSalamanca.


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