Viva la lucha de las mujeres



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Marzo 2019.

Con algunos precedentes en otras fechas, la actual del 8 de marzo para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora fue propuesta por Clara Zetkin en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en 1910 en Copenhague, siendo respaldada unánimemente por las más de 100 asistentes, procedentes de 17 países. Hay que señalar como dato curioso que justo el 8 de marzo de ese año tiene también un significado especial en nuestro país, pues a partir de aquel día pudo acceder la mujer a la enseñanza superior en España en igualdad de condiciones que el hombre, al ser aprobada una real orden en tal sentido.

Día simbólico, por tanto, en la lucha de las mujeres por la igualdad, resultaba candidato evidente para poner fecha al último hito del camino del movimiento feminista hacia tal horizonte, la “huelga feminista”, que desborda el concepto clásico de huelga laboral para extenderse también a los cuidados, la vida educativa y asociativa y el consumo, con el objetivo de señalar lo mucho que falta para lograr la igualdad real en todos estos ámbitos y también para alcanzar el carácter de símbolo mostrando cómo se detiene todo si paran las mujeres.

Así, el primer Paro Internacional de Mujeres tuvo lugar el 8 de marzo de 2017, logrando presencia en más de 50 países y 200 ciudades alrededor del mundo, aunque el eco real en los entornos no militantes fue bastante limitado. Para el siguiente, el del pasado 2018, se multiplicaron los esfuerzos, y según se acercaba la fecha estaba cada vez más claro que el seguimiento de la huelga, de las distintas movilizaciones y el impacto mediático y social, comparados con el anterior, iban a ser más o menos lo que va de un petardo a la bomba atómica. El año pasado tuve la oportunidad de seguir los preparativos de los distintos grupos y colectivos en nuestra ciudad, llamándome la atención de forma muy especial el trabajo que hicieron a nivel de barrio y a pie de calle, acercándose al vecindario para explicar cómo sobran los motivos para una movilización como ésta y aclarar todas las dudas que pudieran surgir, en todo momento con una sonrisa y sin pretender “dar lecciones” a nadie. Estoy convencido de que este trabajo de barrio, además del estado de conciencia que poco a poco va alcanzando una parte importante de la sociedad en estas cuestiones (aunque pueda parecer lo contrario por los rebuznos de cuatro cavernícolas), fue clave del éxito del último 8M.

Y menudo éxito... Mundial, con movilizaciones en más de 170 países y una presencia constante en medios hasta muchos días después (objetivo conseguidísimo: poner la desigualdad entre sexos en el centro del debate político y social). Y en nuestra ciudad, la manifestación abarrotó las calles, partiendo ya atascada y siendo necesario desde bien pronto que fuera saliendo la gente de la plaza de España, lugar de destino, para que pudiera avanzar la que iba llegando a Atocha, punto de partida. En días así uno puede sentir la historia escribirse letra a letra.

Para no extenderme demasiado, me detendré solo en un par de aspectos más que a mi juicio destacan en este movimiento, sin duda uno de los de más auge en nuestros días. Por un lado, dar fe de la apabullante presencia de gente joven (chicas y también muchos chicos, pues esto nos atañe a todos) en el mismo: alegra de verdad ver que el relevo está garantizado y que se demuestre falsa la matraca del presunto pasotismo de la juventud. Y por otro, una reflexión: es cierto que ha habido muchos avances en la igualdad de sexos en los últimos cuarenta años, pero también lo es que hace por ejemplo diez hubiera sido impensable una huelga feminista y una movilización del 8M como la del año pasado. Eso quiere decir que, a pesar de los pesares, nuestra sociedad sigue avanzando. Que no pare, y que viva la lucha de las mujeres.

 

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