¿Refugiados o inmigrantes?

¿Refugiados o inmigrantes? ¡Personas!


 
ROBERTO BLANCO TOMÁS

temadelmesNuestros poderes políticos y económicos son la leche (y que la leche me perdone)… Cuando digo “nuestros” evidentemente no me refiero solo al Estado español, sino también a los europeos y, en fin, a todo lo que se conoce como el “mundo civilizado”, todos ellos países “amantes de la paz”, cómo no…

Hablo, claro está, de lo que se ha venido en llamar “la crisis de los refugiados” y su trasfondo, y ahora mismo me explico. Nuestros países venden armas, y venden además todas las que pueden. Según un ranking del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo de este año, los mayores exportadores a nivel mundial en este campo son Estados Unidos, Rusia, China, Alemania y Francia, seguidos del Reino Unido y España. Y las armas sirven para matar, aunque nos intenten convencer de que su utilidad es “garantizar la seguridad”, “defender la paz”, “mantener un equilibrio”, etc. Donde hay armas, hay muerte. En EE UU usted puede comprar sin demasiados problemas una pistola o un fusil de asalto; y en EE UU, cada poco tiempo, un chaval entra en un instituto armado hasta los dientes y causa una masacre. En España no es nada fácil conseguir un arma, y no creo que usted recuerde demasiadas masacres en institutos, por no decir ninguna. Creo que el tema está bastante claro.

Así que nuestros países venden armas, y vemos como estas armas terminan en manos de uno u otro bando de conflictos relativamente lejanos, y muchas veces en los dos. Pero luego esos conflictos arruinan y devastan regiones y países enteros, su población huye presa del comprensible pánico, y cuando llegan a las fronteras de nuestro “mundo” se encuentran con el cartel de “reservado el derecho de admisión”. Vamos, que no nos interesan sus problemas, en los que hemos sido parte.

Y cuando, por la presión popular, nuestros Gobiernos empiezan a admitir a estas personas, lo hacen pero con distinciones. “Una cosa es un inmigrante, y otra un refugiado”, dicen. Realmente, no veo demasiada diferencia entre huir de la guerra y huir del hambre. Ambas son tragedias, y en ambos casos el viaje no se hace por gusto o placer. Y nuestras sociedades también son causa de ese hambre: las políticas de nuestras multinacionales esquilmando recursos a nivel mundial, las políticas de nuestros Gobiernos apoyando a tiranos, corruptos y facciones para mantener el statu quo más conveniente (para ellos, claro)…

En un mundo global, todos somos vecinos, compañeros, hermanos, causa y consecuencia, y la solidaridad debería ser norma. Y cuando observo las políticas de nuestros Gobiernos, el pesimismo me embarga y pienso que este mundo está podrido y que siempre será así. Menos mal que inmediatamente veo cientos, miles de ejemplos de solidaridad desde la gente corriente, sus colectivos y asociaciones (que se están mostrando a la altura de las circunstancias, y más allá), que vuelven a traer a mi mente la idea de que otro mundo es posible. No nos quedemos quietos: actuemos para conseguir que sea una realidad.

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