Ningún ser humano es ilegal

El título de este mes no es demasiado original, pero viendo las noticias y los debates sobre las mismas en la tele me ha parecido necesario recordarlo. Me refiero, claro, a lo que ya se denomina “crisis migratoria”, obviando que no estamos ante algo nuevo: nuestro país, dada su situación, hace ya mucho tiempo que es puerta de llegada al continente europeo de personas que buscan lo que llamamos “ganarse la vida” porque la situación en sus lugares de origen hace imposible tal cosa. Así que ya sea por Canarias, por el Estrecho, por las ciudades autónomas del norte de África o por el aeropuerto de Barajas, llevamos décadas siendo destino o etapa importante de migraciones.

En este fenómeno quiero fijar varias ideas que me parecen clave. La primera de ellas es que la libertad de moverse por el mundo, ya sea de visita, en tránsito o para asentarse y buscar un futuro donde mejor nos parezca es un derecho humano (Art. 13 de la Declaración Universal). El mundo es de todos, y los papeles, las fronteras, los Estados y demás cosas feas que impiden la libertad de la gente son todas ellas creaciones de personas para controlar y reprimir a otras personas y limitar sus derechos. Ningún ser humano es ilegal, y todos somos, venimos de o seremos migrantes en mayor o menor medida, pues la gente se mueve: si no eres tú, habrán sido tus abuelos; y si no, serán tus nietos. Así que un poco de empatía.

Además, todo lo que se haga para evitar la llegada de migrantes es poner puertas al campo: estamos ante un proceso inevitable, algo que va a seguir ocurriendo sí o sí, y ante lo que habría que plantearse cómo podemos echar una mano a esas personas en lugar de ponerles trabas para impedir su llegada. Porque de hecho ahí está la clave: esta llamada “crisis” la están provocando nuestros Gobiernos con sus actuaciones que dificultan cada vez más la migración y el asilo y lo hacen más peligroso, obligándoles a arriesgarse mucho más para venir aquí. Siempre se ha dicho que si fuera posible contabilizar a toda la gente que se ha ahogado en el Estrecho intentando cruzar comprobaríamos que estamos ante un auténtico holocausto. Y todas esas muertes deberían pesar en la conciencia de nuestras sociedades: si las puertas estuvieran abiertas, no habría muerto nadie.

Otra cosa que me revuelve las tripas es la forma en la que muchos políticos, periodistas y opinantes en general se refieren a estas personas, como si fueran objetos o ganado. Señoras y señores, los migrantes son seres humanos con sentimientos, familia, gente que les quiere y unas realidades muy complicadas que les obligan un buen día a subirse a una barquita, esconderse en un camión o encaramarse a una valla con objetos cortantes, muchas veces después de un viaje de cientos o miles de kilómetros ya plagado de riesgos, para intentar sobrevivir. Porque nadie migra por gusto: las cosas deben estar mal hasta un punto que la mayoría no hemos experimentado jamás para que alguien deje atrás a sus seres queridos y afronte tanto peligro y tan mala vida.

Otro ejemplo de la deshumanización surge cuando nos referimos a ellos por lo que pueden aportarnos, cuando hablamos de que nuestra sociedad envejecida va a necesitarlos para sostenerse, que es verdad y entiendo que se da como argumento positivo, pero no deja de ser un planteamiento egoísta. Insisto: nos venga bien o no, la libertad de movimientos es un derecho humano, y en un mundo justo debería ser garantizada. Si ello ocasionara algún problema habría que buscar su solución, pero nunca limitando o impidiendo dicha libertad.

Eso nos lleva, por ejemplo, al concepto este nuevo de “migración circular”, esto es, contratarlos en origen para campañas concretas y luego que regresen a su lugar de procedencia una vez terminado el trabajo. No sé a ustedes, pero a mí me suena a la explotación de toda la vida: traemos aquí a una gente para que nos haga el trabajo que no conseguimos cubrir con la población local, pero controladitos para que nadie se nos cuele, y después puerta. Qué bonito, pero es que además se trata de una medida “de cara a la galería”: si realmente hace falta mano de obra foránea, no es necesario traerla, pues ya la tenemos aquí desde hace muchos años… ¿Por qué no empiezan por regularizar la situación de toda la población migrante “sin papeles” que se encuentra en nuestro país en la actualidad? Ah, que eso no da votos…

Y es que en el fondo y en la forma de este debate está el pimpampum político. También el racismo y el clasismo remanentes en nuestra sociedad. A nadie le pareció mal acoger a los refugiados ucranianos, pero en cuanto la piel y el pelo son más oscuros la cosa cambia bastante. Y por supuesto nada de tomar medidas eficaces para controlar otro movimiento de población que crea problemas bastante reales y visibles: el turismo. ¿Cuándo se va a controlar la proliferación de viviendas de uso turístico, la gran mayoría sin licencia, que está expulsando a los vecinos de los barrios y causando un gran perjuicio a la identidad de nuestras ciudades?


  Votar:  
  Resultado:  
  0 votos