Medidas para sobrevivir
Redacción, 13 de diciembre de 2018
ROBERTO BLANCO TOMÁS. Diciembre 2018.
A las 0:00 del pasado 30 de noviembre entraba en vigor Madrid Central, una zona de bajas emisiones de 472 hectáreas en el centro de la capital, en la que está limitado el tráfico de los vehículos excepto los residentes o autorizados por éstos, las personas con movilidad reducida, los vehículos menos contaminantes según los distintivos ambientales de la DGT, los de carga y descarga, los de servicios profesionales, los que transportan suministros y otros con autorizaciones especiales. De momento esta medida opera en pruebas, y los dos primeros meses la Policía Municipal no va a multar a los infractores, que solo recibirán en su domicilio cartas informativas de advertencia. Pasado ese plazo empezarán las multas, de 90€.
La llegada de esta medida, al igual que la aplicación del resto de iniciativas anticontaminación como el famoso protocolo, ha estado envuelta en la polémica política, y la verdad es que sorprende, pues ya había sido propuesta por los dos anteriores alcaldes, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella, ambos del Partido Popular, formación política que recientemente ha destacado por su oposición a la misma, recurriéndola en diversas instancias. Ya sabemos que el juego político funciona así, y por eso no me gusta nada: en cosas como ésta podrían dejarse de historias y trabajar todos a una, pues a nadie se le escapa que Madrid, como todas las ciudades grandes, está hipercontaminada, que ese problema no va a desaparecer por arte de magia, y que como no se haga algo ya, vamos a terminar todos bajo tierra antes de tiempo.
Así que bienvenidas sean todas las medidas que vengan a reducir la contaminación, ya que eliminarla completamente sería imposible. Porque no solo contaminan los coches: con varios millones de personas viviendo tan pegadas lo hacen hasta las ventosidades. Evidentemente, no se trata de prohibir los pedos, pero habría que prestar atención también a otras fuentes, como las calderas. Según datos del Ayuntamiento, en la capital sigue habiendo 574 de carbón, y el presidente de la Asociación de Empresas del Sector de las Instalaciones y la Energía, José María de la Fuente, estimaba a mediados del año pasado que en la capital hay también unas 5.000 de gasóleo. Ambos tipos de caldera contaminan de lo lindo, les recuerdo, así que a ver qué hacemos con este melón.
Volviendo a Madrid Central, el Ayuntamiento valoraba en nota de prensa su implantación de forma muy positiva. “Los datos de tráfico y de funcionamiento de la EMT indican una mayor fluidez en la ciudad y una reducción importante de los viajes en vehículo privado dentro de la zona de bajas emisiones, así como un mayor uso del transporte público”, afirmaban. Está claro que en esto último, el transporte público, está la clave, por lo que aprovecho para insistir en la necesidad de que se aumente su frecuencia, sobre todo en horas punta. Aparte está todo ese rosario de medios alternativos, individuales o colectivos, que se han puesto en marcha: BiciMAD, patinetes… Sobre esto digo lo mismo: bienvenidas sean todas las ideas, y el tiempo irá mostrando cuáles son más efectivas y cuáles lo son menos, pero hay que probar cosas para encontrar soluciones. No se trata solo de evitar las multas de la UE, sino sobre todo de nuestra salud, que es lo primero.
He mencionado los patinetes, y eso nos lleva a otra polémica muy presente en los medios estos días tras el accidente que ha resultado en muerte de una nonagenaria atropellada en Esplugues (Barcelona) por uno de estos medios de transporte. Por supuesto es necesaria una regulación, son vehículos y deben tener un límite de velocidad y separarse de los peatones. Pero en esto también llamo a la prudencia, pues regular “en caliente” es tan arriesgado como hacer la compra con hambre: los accidentes y las imprudencias van a existir siempre, y una regulación demasiado restrictiva (por ejemplo la necesidad de una licencia para manejarlos, el uso obligatorio de casco, su restricción en zonas demasiado amplias) podría tener como resultado que dejaran de ser útiles para lo que se pretendía: dar a los ciudadanos opciones para moverse de forma práctica y no contaminante.