
Las elecciones que se avecinan
ROBERTO BLANCO TOMÁS
Como entiendo que el título de este artículo podría llevar a engaño, tranquilizaré al amable lector desde el principio: éste no va a ser el enésimo texto de análisis preelectoral, que exprima hasta la última gota sondeos, encuestas y estudios prospectivos de intención de voto. De eso ya se ha publicado y emitido mucho —y lo que nos queda—, y no es mi intención contribuir a dejaros, como decía Ricardo Mella, “con la cabeza caliente y los pies fríos”.

Por otra parte, ya se han celebrado elecciones autonómicas en Andalucía, pero no voy a intentar tampoco extrapolar esos resultados, pues creo que dicha comunidad autónoma tiene a día de hoy “factores ambientales” propios que impiden que nos pueda servir de “ejemplo exportable” al resto. Quizá el único resultado que nos pueda “dar alguna pista” sea la constatación de que, con la aparición de nuevos actores políticos y los casos de corrupción que se destapan y que afectan a la práctica totalidad de los partidos, es más que probable que aquello de las mayorías absolutas pertenezca —salvo excepciones que confirmen la regla— ya al pasado.
En cualquier caso, hay algo que sí me gustaría aportar a modo de conclusión. En las elecciones, hagan lo que estimen más conveniente. Voten al partido que prefieran, o al Pato Donald si les gusta más, o en blanco, o no voten… Pero que ésa no sea su única actividad política. Los sistemas “democráticos” en que vivimos suelen fomentar que la única participación política del ciudadano sea votar cada equis años, y de lo demás ya se encargan los políticos, y me parece que ahí es donde empiezan nuestros problemas. Porque la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Tras las elecciones, haya triunfado nuestra opción o no, es nuestro deber vigilar a las distintas Administraciones, reivindicar nuestros derechos y defender lo que es nuestro. Y eso no lo va a hacer nadie en nuestro lugar: tenemos que hacerlo nosotros.
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