ROBERTO BLANCO TOMÁS.
La ‘hucha’ de las pensiones, es decir, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, ha sido uno de los temas más comentados durante el último mes, concretamente su previsto agotamiento para diciembre de 2017. Pero aunque su actualidad mediática se ha producido en las últimas semanas, era un asunto que ya estaba en el imaginario colectivo desde hace mucho tiempo, pues regularmente nos llegaban indicios de cómo estaba la cosa, y ésta es una cuestión de las que preocupan de verdad: la perspectiva de pasar de la precariedad a la práctica indigencia al agotar nuestra vida laboral no es algo que agrade precisamente.
Pero en esto, como en todo, hay que precisar: no estamos hablando de que los pensionistas se vayan a quedar automáticamente sin su pensión mensual en año y pico. El fondo de reserva sirve para cubrir las pagas extras y casos puntuales de necesidad. Lo cual no tranquiliza mucho, ciertamente, pues esto nos indica que es un fondo muy necesario, y que el sistema de pensiones, tal y como está planteado, está en peligro cierto. ¿Cómo ha ocurrido esto? La metáfora de la “hucha” es muy gráfica: en una hucha, si sacas más dinero del que metes, la cantidad que guardas dentro se reduce. Concretamente, según publicaba El País el 2 de noviembre, un fondo que tenía un depósito de más de 60.000 millones, ha pasado a guardar hoy apenas 24.000. Marta Luengo, en Madrid15M, explicaba que estas huchas tienen un capital variable, que son los fondos soberanos: “En dichos fondos no se almacena el dinero en una caja fuerte para que nadie los toque, sino que, por aquello de que el dinero pierde valor con el tiempo, éste se invierte para que produzca rendimientos. Mención aparte merece cuáles son esas inversiones, puesto que desde 2008 la parte dedicada a invertir en deuda pública española ha ido aumentando hasta llegar al 100% en 2014. Es ‘de primero de inversión’ no dedicar todo el capital a un mismo tipo de inversión, esto es, intentar diversificar”. Ya ven…
Pues bien, además de todo esto, a día de hoy existen dos problemas importantes que ponen en peligro las pensiones, tal y como están planteadas: empleo y natalidad. En la primera de ellas, tenemos por un lado el problema del paro, que afecta, según datos de septiembre, al 19,3% de la población activa de nuestro país, una quinta parte. Por otro, para las personas que van encontrando empleo, tenemos que hablar necesariamente de qué tipo de empleo encuentran. Octavio Granado, exsecretario de Estado de la Seguridad Social, lo describía a la perfección en El País cuando ironizaba sobre la política del Gobierno, “que asegura que con cuotas del 25% sobre nuevos salarios de 800 euros basta para pagar nuevas pensiones de 1.200”. Yo no voy a señalar a unos Gobiernos ni a otros: solo diré que la situación laboral actual, y por lo tanto la de las cotizaciones a la Seguridad Social, es resultado de las políticas laborales que se llevan aplicando desde hace décadas, con reformas laborales de juzgado de guardia y destrucción masiva de derechos. Y así tenemos hoy lo que tenemos.
Y en la otra cuestión, la caída de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la población, más de lo mismo. ¿Cómo no va a caer la natalidad, si tal y como están las cosas cada vez se tarda más en dejar el hogar familiar y acceder a una vivienda propia? Y una vez hecho esto, ¿quién va a tener hijos, con lo que cuestan, los sueldos y condiciones de miseria que tiene el común de los mortales y las enormes dificultades existentes para conciliar vida laboral y familiar? En el mejor de los casos: un hijo, tarde, y gracias… Aparte, tampoco es posible el recurso a la inmigración, dadas las políticas que han sostenido los distintos Gobiernos en este campo; aparte de que los que consiguen quedarse suelen sufrir mucho más la lacra de la precariedad. Como concluía el movimiento punk, “no hay futuro”.
Lo que me lleva a la conclusión de siempre: los medios de comunicación suelen quedarse en lo puntual, pero los problemas siempre son más complejos y transversales. Cuando hablamos de las pensiones, estamos hablando de todo el sistema, pues todo está conectado. Para esta herida no sirven las tiritas: hay que organizarse de otra manera más sensata.