Seguimos viviendo el mismo tango
En 1934, Enrique Santos Discépolo escribía: “Que el mundo fue y será una porquería / ya lo sé... / (¡En el quinientos seis / y en el dos mil también!). […] / Pero que el siglo veinte / es un despliegue / de maldá insolente, / ya no hay quien lo niegue. / Vivimos revolcaos / en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseaos... […] / Si uno vive en la impostura / y otro roba en su ambición, / ¡da lo mismo que sea cura, / colchonero, rey de bastos, / caradura o polizón!...”. No se le pasó por la cabeza que en el siglo XXI no solo seguiría ocurriendo, sino que alcanzaría las cotas más altas, descaradas y globales.
Por supuesto, el tango tiene mucha más letra igual de significativa, pero estos versos de Cambalache sintetizan lo que yo no encontraba forma de expresar. ¡Es tanta basura...! ¡Un cenagal en el que se revuelcan desde presidentes de Gobierno hasta sindicalistas! ¡Y con qué cara dura se revuelven todos con el “anda que tú” y “tú más” sin el menor atisbo de vergüenza, y no digamos ya arrepentimiento...!
Creo que la justicia no debe ser ciega, más bien al contrario: debe abrir bien los ojos y no juzgar únicamente el delito, sino que debe tener en cuenta y considerar como agravante la imagen pública y representatividad de los juzgados. Y castigarlos de forma ejemplar, sin privilegios carcelarios, y que no salgan de prisión hasta haber devuelto lo robado. Posiblemente con esta medida se saldaría la deuda que ellos mismos han contraído y nos toca pagar a todos los demás.
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