El pleno del 18 de enero
M.L. BARTLEBY, 11 de febrero de 2022
Pico de la Miel, La Cabrera, Comunidad de Madrid: un grupo de personas busca el mejor acomodo para ver despuntar el día. Expectantes, esperan la salida del sol. Se preguntarán ustedes qué relación guarda esta estampa con el pleno de la Junta del Distrito del pasado día 18 de enero. Veamos.
En el primer pleno del Distrito del año 2022 se reprodujeron todos los malos hábitos que nos acompañan desde hace demasiado tiempo. Cierto es que se alcanzan acuerdos, algunos incluso por unanimidad, pero no es menos cierto que la ejecución de dichos acuerdos es, en el mejor de los casos, extremadamente lenta.
Se trataron temas importantes para los vecinos como la suciedad en calles y parques de sus barrios, la escasez de plazas de aparcamiento y la necesidad de abundar en las políticas de protección de los derechos de las mujeres y las personas LGTBI+.
Herencia de la Ilustración y sus consecuencias, los plenos de la Junta reproducen una suerte de Parlamento en el que están representados proporcionalmente los partidos que obtuvieron representación para el Ayuntamiento. Incluso tienen grupo los arrepentidos, gracias a una discutible decisión del alcalde, que concurrieron a las elecciones con el grupo más votado.
Los distintos grupos acuden a los plenos con una posición, en la mayoría de los casos predeterminada. Y esta posición les obliga a tener que justificar constantemente “su lugar en el mundo”, y de ahí que muchas veces se hable más de política nacional o internacional que de los asuntos del Distrito.
En Vox observamos, pleno tras pleno, el deseo inconfesado de que el concejal presidente ordene hacer un flahsback que nos devuelva a la primavera de 1959.
El Grupo Mixto es como ese personaje argentino que ha decidido ser novelista y, apelando a un pasado glorioso, plagia sistemáticamente a William Faulkner.
Del Grupo Socialista solo podemos decir que sus portavoces recuerdan a ese padre e hijo que recorren el país en una moto con sidecar, durante el año sabático del hijo, a la sazón estudiante de Ingeniería.
Más Madrid parece haber sido cultivado en un bancal, y corre el riesgo de desarraigarse demasiado pronto y quedar cojo para siempre.
De los partidos que forman el equipo de gobierno, el minoritario despertaría la admiración de cualquier médico rural; “¡qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia!”. En el mayoritario, sin embargo, encontramos a Carmelo, el borracho que se desdobla para poder seguir bebiendo y estar sobrio a la vez. Solo así se explica que defienda simultáneamente sus acuerdos con los que niegan la violencia de género y la homofobia y la necesidad de implementar políticas para acabar con estas lacras sociales.
Se aprobó por unanimidad arreglar el área canina de la calle Eduardo Vicente, y extremar el cuidado de la limpieza, haciendo hincapié en la cantidad de familias que pasan por ahí. Sin embargo, la segunda propuesta, relativa a la suciedad que dejan los dueños de los animales de compañía, no corrió la misma suerte, ya que el equipo de gobierno considera que ya se hace lo suficiente, aunque resulte insuficiente, ¡alegando cosas tan surrealistas como que las bolsas para excrementos caninos las coge la gente para congelar! Ver para creer…
El problema del aparcamiento persiste en casi todos los plenos; unos buscan soluciones en el dialogo público-privado para intentar habilitar plazas de parking privado para uso de los vecinos, lo que no es tan fácil, pues tiene muchas implicaciones JURIDICAS, como apuntó el grupo Municipal de Más Madrid, que sigue defendiendo que NO existe tal cosa como el derecho a aparcamiento.
Fue, una vez más, un pleno bronco. Se habló de Jack el Destripador, se dieron por válidos argumentos de novelistas frente a historiadores; se reprochó, con razón, que muchas las propuestas aprobadas en plenos anteriores se quedan en un cajón, seguramente por falta de voluntad política.
Y del concejal presidente, ¿qué decir? Es como el cabo de la Guardia Civil que, al mando del puesto al que ha sido destinado, acepta las rarezas que en ese lugar se dan. Acepta incluso que la Guardia Civil pierda las elecciones contra la secreta “somos los mismos”, debe pensar, pero no acepta de ninguna de las maneras que el sol salga por Antequera. Y por eso se irrita y regaña a los vocales vecinos.
No tiene ninguna duda este humilde escribiente de que en todos los grupos existe la voluntad sincera de mejorar la vida de las personas del Distrito. El problema es, como ya se ha apuntado, la necesidad de defender posiciones preestablecidas, ese “mi lugar en el mundo”: desde allí lo peor de la política sale a relucir, y la escucha, el debate sosegado y la empatía desaparecen.
Pero no desesperemos, porque a pesar de lo que se dice en el cuarto de los libros sapienciales, el Eclesiastés capítulo 1, versículos 2 al 11, todos los días amanece, que no es poco.