Hemos estrenado un nuevo año que, además, será bisiesto. Algunas personas ven estos años, los bisiestos, con cierto recelo e incluso, en casos extremos, como años nefandos. Para los egipcios, me refiero a los clásicos, la época de los faraones, nefandos eran los últimos días del año, los que para nosotros son de celebraciones y fiesta. Esta expresión, que en su origen latino venía a significar “mejor no hablar” de lo que fuera, ha ido derivando en nuestra cultura mediterránea en lo innombrable, pecaminoso, perverso, prohibido. Para los egipcios significaba que estos últimos días del año lo mejor era dejarlos pasar, no hacer ni tomar decisiones hasta que llegara el nuevo año. ¿Deberían nuestros políticos haber tomado ejemplo de ellos y haber dejado las elecciones para el nuevo año? Lo veremos, sobre todo si hay que repetir las elecciones.

Una persona que aprecio, cuando coincidíamos en la celebración del fin de año, después de cenar, fumando un cigarrillo antes de las uvas, decía: “Éste es el último que fumo”. Tras varios años repitiendo el rito yo le respondía: “Por este año”. Efectivamente, seguimos coincidiendo en distintas celebraciones y en el espacio para fumar.
Por eso, yo el único propósito que tengo, y durante todo el año, es dejar que la vida me sorprenda con la esperanza de que alguna vez sea para bien, y a veces lo consigo. Esto mismo deseo a cuantos me rodean, y a quienes están más lejos también. Y, por supuesto, a quienes están leyendo nuestro periódico. ¡Feliz año nuevo!