EDITORIAL. Febrero 2019.
La población no tiene conciencia de la urgencia del desarme nuclear. La prioridad por lo tanto es crear conciencia. Existe la opinión de que, frente a una situación de emergencia, crear conciencia es algo “intangible” o ineficaz. Sin embargo, la conciencia colectiva es capaz de sostener o derribar Gobiernos, de mantener sistemas económicos, de justificar o reprobar la violencia. En definitiva, es la conciencia colectiva la que mantiene el sistema. Es una gran fuerza capaz de producir transformaciones sociales inimaginables.
Todos hemos vivido el surgimiento de una conciencia ecológica y hemos visto el destello de una conciencia que rechaza la violencia en las manifestaciones contra las guerras o el servicio militar obligatorio. Sin duda, los medios de comunicación masiva han cumplido y pueden cumplir un papel fundamental en la toma de conciencia.
Es preciso crear una nueva mentalidad antinuclear, a favor de la paz y de la no-violencia de alcance planetario. Esta nueva sensibilidad podrá instalarse y conmover las estructuras sociales.
Esta nueva conciencia planetaria va más allá de la denuncia del armamentismo para rechazar cualquiera de las formas de violencia económica, racial, psicológica, religiosa, sexual, etc., como distintas formas de discriminación que se dan cuando se trata a otros como inferiores, negándoles su propias intenciones y libertades.
Parar la violencia nuclear es la urgencia, pero necesitaremos también resolver de modo no violento los problemas de injusticia, de pobreza, de salud, de educación, de medio ambiente, y tantos otros en nuestro camino hacia esa civilización planetaria futura.