Kevin Montgomery arrasa en ‘Los Acústicos del Buenavista’

El músico norteamericano, que visitaba por primera vez nuestro país, ofreció una actuación impecable en el Museo Lázaro Galdiano

El destino de algunas personas parece escrito, incluso antes de nacer. Es el caso de Kevin Montgomery, nacido en Nashville y cuyos padres trabajaron con estrellas del calibre de Elvis o Buddy Holly: con tales antecedentes no es probable que uno quiera dedicarse a otra cosa que no sea hacer música. Magnifico compositor de canciones y excelente intérprete, Montgomery no tardaría en hacerse con un contrato discográfico con una multinacional. Luego vendría la decepción con una industria poco sensible al talento y más volcada en lo puramente comercial, y la creación de su propio sello donde poder controlar plenamente su trabajo. Desde entonces, el músico ha ido espaciando sus entregas, lo que no ha supuesto, en absoluto, una bajada en su nivel creativo. Media decena de discos llenos de canciones fabulosas, que le han servido para convertirse en un artista muy respetado y admirado por aficionados y compañeros de profesión.

Con estos antecedentes, Montgomery llegaba a nuestro país invitado por la Junta de Distrito de Salamanca, para satisfacción de sus seguidores y curiosidad de otros aficionados ante lo que se anunciaba como “el concierto del año”. Así, tras una actuación previa en Valencia y visita a varias emisoras de radio, se subía al escenario del Lázaro Galdiano delante de una expectante audiencia, en la que abundaban músicos y representantes de medios de comunicación, que no quería perderse el evento.

Acompañado del guitarrista Michael Scott Boudreaux y del pianista Johnny MacKinnon, el concierto se iniciaba con Another Long Story y ya quedaba claro que lo que había sobre el escenario era de otro nivel. Un sonido claro, la melancólica voz de Kevin y su vieja guitarra, los teclados elegantes y los coros exquisitos de MacKinnon, y los arcordes y las voces de Scott Boudreaux conquistaban a un público que, entregado desde las primeras notas, llevaría en volandas a los músicos durante la hora y media de concierto.

A continuación, sonarían la preciosa Red-Blooded American Boy; una emocionante versión de Adiós, de Jimmy Webb, uno de los artistas favoritos de Montgomery; y Tennessee Girl, que servía para cambiar de registro y arrancar las primeras palmas de acompañamiento de una audiencia entusiasmada. Después llegaría el momento de Some Comfort, una canción para la que el calificativo de preciosa se queda corto; Your Kind of Love; y la versión de Wishing, el tema compuesto por Buddy Holly y Bob Montgomery, padre de Kevin. En ese momento, Montgomery cedía todo el protagonismo a su joven guitarrista, que sorprendería con dos temas propios: Lousiana Rain y Beer and Gasoline. Los críticos dicen que nos encontramos ante una futura estrella del country, pero llegan tarde, ya lo es. Un tipo de apenas 24 años que se sube al escenario con su gorra y su Telecaster y parece un viejo músico que ha asimilado durante años todas las enseñanzas de los grandes del country y el rock sureño. Derrochando estilo. Lo dicho: una estrella.

A esas alturas del concierto, el público se mostraba encantado y los músicos felices. Gram Parsons, Jackson Browne y los Eagles flotaban en el ambiente. Cherokee City y la ardiente Fireworks alcanzaban el punto culminante de un concierto impecable. En la recta final, una emocionante Fear Nothing y todavía quedaría tiempo para una más, la animada Melrose que cerraba el concierto.

En el vestíbulo, poco después, los músicos firmaban discos, se hacían fotos y prometían volver a principios del próximo año. Ya en la calle la gente comentaba el extraordinario espectáculo que acababa de presenciar. Lo habían anunciado como “el concierto del año”. Así fue.


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