ÁFRICA MARTÍNEZ. Diciembre 2019.
"Hay que estar siempre al pie del cañón y arriba"
En el mes de las fiestas entrevistamos a Manuel Gómez, propietario del restaurante gallego As Pedriñas y vecino del Distrito de toda la vida. Procede de una familia llegada a Madrid —como muchas otras— que con esfuerzo logró salir adelante y hacerse un buen nombre por la calidad de sus platos y el trato cercano y amable a sus clientes.
¿Cuál ha sido su trayectoria?
As Pedriñas tiene casi tantos años como yo… He nacido entre los fogones de mis padres: siempre me gustó, estaba ahí metido ayudando. Algún compañero de colegio me decía: “siempre hueles a boquerones en vinagre”, pero me enorgullecía, y eso hacía que aquellos compañeros, que hoy son amigos de toda la vida, te respetaran. Decidí seguir con la restauración y no ir a la universidad, ayudando a mis padres y haciéndonos un nombre y un hueco en el barrio, y agradecidos de que lo tengamos
¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has tenido que enfrentar en estos años?
Cuando falleció mi padre de repente, y me encuentro con un negocio familiar. Mi madre no era para llevarlo, soy el mayor de los hermanos y tengo hijos pequeños… Estoy muy orgulloso [Manuel se emociona, es algo que le toca mucho]. También hubo un segundo reto, cuando mi madre se jubiló. Tuve dos opciones: seguir como he estado hasta ahora, dando una compensación a mi madre, o vender el negocio y repartirlo entre los hermanos, sorteando así un posible problema si en el futuro el negocio no funcionara. Decidí continuar, y me siento orgulloso de haber sido capaz de dejar las cosas bien hechas: más o menos lo he conseguido.
De esa aventura me embarqué donde estoy ahora, en Ortega y Gasset —venimos de otro local en General Pardiñas, donde llevábamos 30 años—. Estamos mejor situados y muy contentos, porque el cambio al final ha sido para bien —un local bonito y bien decorado—. A veces hay que romper cabos con todo para reflotar y saber lo que vale uno. Aquí sido yo quien ha tenido que demostrar que se ha hecho bien.
He nacido entre los fogones de mis padres: siempre me gustó, estaba ahí metido ayudando
¿Hay proyectos?
A nivel inmediato, realizar el cerramiento de la terraza para tenerla todo el año. Hay mucho ya avanzado: ampliaremos de alguna manera el local y ganaremos ocho mesas permanentes todo el año, porque gracias a Dios lo demanda el público. Y luego, a futuro, lo que venga: si hay que abrir otro local en el barrio, se abrirá; si hay que seguir aquí, seguiremos con la misma ilusión del primer día. En todas las profesiones hay momentos altos y bajos, y hay que estar siempre ahí, al pie del cañón y arriba, porque si yo bajo, baja el negocio conmigo, y eso es algo que no me puedo permitir ni perdonar.
Bonito recuerdo de Manuel con su padre.
¿Qué es lo que ofreces que gusta a la gente o que puede gustar a los nuevos que vengan?
Un sitio tradicional de cocina gallega donde procuramos hacer las cosas lo mejor posible, y la mayoría de las veces conseguimos que la gente se vaya contenta. Nosotros somos muy sencillitos y muy básicos. ¿En qué consiste esto? Compramos el mejor género que hay en el mercado, lo procesamos lo menos posible y lo ofrecemos al cliente lo más natural que se puede dar dentro de lo que es la elaboración de cualquier plato. Y la gente lo valora y sabe agradecer ¿Alguna pega que pueda poner alguien? que es un poquito caro, pero es que el producto lo es. Y funciona, porque no se engaña al cliente. Hoy en día no es cuestión de competencia, se trata de que la gente te respalde, y afortunadamente lo hace. Al ser un local pequeñito, no estamos en redes sociales; como decía mi padre: no hagas más de lo que puedas abarcar. Además, nosotros somos del barrio, el boca a boca sigue funcionando, y también el periódico del barrio, que no deja de ser un “boca a boca”: la gente viene, lee el periódico, se entretiene y ve que a la vuelta de la esquina tiene algo que le puede interesar. Hoy en día no sabes a lo que se dedica tu vecino de arriba: ahora si necesitas algo se lo preguntas al teléfono, y a lo mejor te sorprendes si te relacionas en tu barrio.
¿Cuál es tu relación con el Distrito Salamanca?
Le debo todo: mi vida la hago aquí, nací en el barrio, jugaba en el Eva Perón, me he casado en la parroquia de Covadonga, mis hijos han hecho la comunión uno en el Calasancio, otro en el Pilar, otro en Nuestra Señora del Rosario de las Islas Filipinas… Más del barrio imposible. Y más allá de las etiquetas del “barrio de Salamanca” y de que es un barrio un poco de apariencia, aunque hoy día el barrio es más diverso y se ha normalizando mucho, la parte positiva es que ese nivel de exigencia social, en un alto grado, se ha mantenido: de ser más pausado, calmado, no hacer tanto alboroto… Esa exigencia de ciudadanía es algo de lo que tenemos que estar muy orgullosos: la gente se comporta aquí muy bien. La educación que hay, los modales, es algo que mucha gente viene buscando y lo encuentra…
Nos despedimos de Manuel, una persona cercana que busca tratar a los demás como le gustaría que le trataran.