El encanto de Mäbu
MIGUEL RUBIO, 9 de diciembre de 2022
El pasado 24 de noviembre Los Acústicos del Buenavista cerraban su tercera temporada y se despedían hasta febrero del año próximo. Ha sido ésta una edición que, debido a las obras de remodelación del centro cultural que da nombre al ciclo, se ha desarrollado íntegramente en el auditorio del Museo Lázaro Galdiano, un lugar precioso y con una acústica perfecta para eventos de este tipo, y que ha colgado el cartel de “aforo completo” en todos los conciertos. Por allí desfilaron Lapido, Mara Barros, Ramoncín, Txetxu Altube y Diego Vasallo, y para esta última cita del año presentaban a Mäbu, el dúo que forman María Blanco Uranga y Txarlie Solano, que está a punto de cumplir 15 años desde que inició su andadura musical y que ha ido, poco a poco, ganando seguidores hasta consolidarse como una de las bandas más originales e interesantes del panorama actual. Una propuesta que, partiendo de influencias diversas, consigue ofrecer algo novedoso y con un sello personal claramente identificable.
Desde media hora antes del inicio del concierto se veía el interés que se había despertado entre los aficionados. El dúo, que había desplegado sobre el escenario seis guitarras y un teclado, arrancó el concierto colocándose delate de los micros para interpretar sus dos primeras canciones sin ninguna amplificación. Pura emoción. A partir de ahí, con el público ya entregado a la simpatía y cercanía de María, hizo un repaso a todo su repertorio con especial atención a su último disco: Un año después. En Navidad, Utopía, Mi mala suerte, canciones de gran riqueza melódica, cuidadas como primeros regalos, con letras muy personales e interpretadas con una elegancia y calidez que hacen de Mäbu una opción irresistible. No faltó tampoco el recuerdo a Sergio y Estíbaliz, padres de María, con una sentida interpretación de Piel, el clásico de Juan Carlos Calderón que arrasó en los años setenta. La elegante instrumentación de Txarlie y la hermosa voz de María emocionaron a los espectadores, que abandonaron la sala con una sonrisa en los labios y un ojo en la agenda de próximos conciertos, dispuestos a repetir. Cerca de dos centenares de personas felices, un jueves por la noche, rendidas al encanto de Mäbu.